domingo, 17 de enero de 2010

Ramón Navarro, el mejor surfista de Chile

REVISTA DE EL DOMINGO
domingo 17 de enero de 2010

Hijo de las olas


Navarro corrió y bautizó como "La Bestia" a una legendaria ola de Cavancha.

De una tabla prestada en Infiernillo, a competir auspiciado junto a las estrellas mundiales del surf. La vida de Ramón Navarro -el chileno que se hizo famoso por correr olas gigantes en Hawai- está marcada por el mar y, literalmente, puede ser contada a través de las olas. Éstas son las siete más importantes.


Punta de Lobos: Navarro aprendió a surfear frente a su casa.

Por Rodrigo Cea.

Ola 1: Dibujando en clases

"Fue en la Puntilla, en Pichilemu, el primer lugar donde corrí una ola parado sobre una tabla. Era 1994. La tabla era del Pato Vargas y la turnábamos entre diez amigos. Era bien antigua y le decíamos 'la Chile', porque tenía una bandera chilena pintada. Cuando eres niño es más fácil aprender y, por supuesto, fue una ola pequeña cerca de la orilla. Recuerdo que me pude parar altiro y que fue algo increíble. Correr esa ola fue muy importante porque le dije chao al bodyboard.


No es que decidiera dedicarme al surf, sino que se me metió en la cabeza que quería mi propia tabla.
En esa época estaba en el colegio y me empezó a gustar tanto el surf que, antes de ir a clases, me levantaba a las 6 de la mañana para ir al mar un rato y, cuando salía de la escuela, partía de vuelta. En el colegio me iba mal, era flojo, no me interesaba y, claro, con el surf aún menos. Las clases me aburrían y dibujaba olas en los cuadernos. Pensaba todo el día en olas. Tenía 13 años".

Ola 2: Triunfo de visita

"Mi primer traje lo compré por unos 10 mil pesos. Era corto y me duró un invierno. Ahora que lo pienso, era una locura meterse en esas aguas tan frías de esa forma, pero yo sólo quería surfear. Tiempo después, para una Navidad, mi mamá me regaló el primer traje largo y mi primera tabla fue un regalo de un amigo: era brasileña y estaba quebrada, cuestión que acostumbran a hacer los grandes con los niños en la zona, para que las reparen y comiencen a practicar. Surfeaba todo el día.


Mi vida empezó a cambiar en 1996 cuando una tienda especializada me pagó la inscripción para un campeonato nacional y participé en categoría junior. Era mi debut en competiciones y quedé segundo, pero con la sensación de que podría haber ganado. Al año siguiente fui a Constitución para correr por primera vez en un torneo nacional, pero ahora en categoría open, con los mejores. Y salí tercero. Fue la primera ola que corrí fuera de Pichilemu.
'Esto me gusta', dije, y desde entonces comenzó a rondarme en la cabeza la idea de, algún día, convertirme en profesional".

Ola 3: Un deporte nuevo

"Después de Constitución fui a surfear al norte, conocí Arica e Iquique y conseguí mi primer auspicio: ropa, traje y tabla, pero no sueldo. Así estaba cuando por primera vez corrí una ola grande. Eso fue en abril del 98, en el en campeonato Ceremonial de Punta de Lobos, que hasta hoy se realiza y ya es casi de categoría mundial.
Esa vez pasé sólo dos mangas, no me fue muy bien, pero por primera vez usé una tabla grande, corrí y observé a otros surfear olas de 6 metros, las que se dan sólo en condiciones especiales, en abril y mayo cuando empieza el invierno.


Esa experiencia cambió mi rumbo porque hasta antes quería ser profesional en campeonatos de maniobra y desde ese día mi sueño fue correr olas más grandes.


Un cambio radical.


Un deporte nuevo.


Estaba en tercero medio y mi rutina era surfear, surfear, surfear. No carreteaba y me acostaba muy temprano para ir a entrenar al otro día. Si quería ser profesional, lo tenía muy claro, tenía que trabajar la técnica y conseguir una capacidad física y pulmonar gigante para soportar estar mucho tiempo bajo el agua, para cuando una ola gigante me tumbara".

Ola 4: Cumpleaños en Hawai

"Después de ir a Portugal a correr un campeonato mundial por equipos, donde me fue mal pero me sirvió para ver por primera vez a surfistas profesionales que son leyendas, un día de invierno estaba en mi casa en Pichilemu cuando un amigo me llamó y me dijo que nos fuéramos a California, que lo habían invitado. Le contesté que no tenía ni un peso, ni menos visa y le pedí un par de semanas para moverme. Con mi auspiciador conseguí una carta para la visa, vendí todas mis cosas y compré el pasaje. Llegué con 100 dólares a California y, para conocer Hawai, donde nos contaron que había olas gigantes; trabajamos todo septiembre, pintando casas y arreglando techos. Llegamos a Honolulu sin plata ni tabla. Trabajamos un poco en construcción, cortando pasto e hicimos un horno de barro para vender empanadas. Hacíamos eso cuando no había olas y el resto de los días nos levantábamos al amanecer para surfear, porque en Hawai cuando hay olas no se trabaja. La mayoría de la gente vive así y, más que surfear en Hawai, lo más impactante fue conocer esa cultura, en la que todo gira en torno al surf: los bomberos y policías andan con tablas en los carros, mientras en el agua tibia, rodeada de palmeras, entrenan los mejores del mundo.

Perdimos el pasaje de vuelta y, al final, nos quedamos 6 meses. Celebré allá mi cumpleaños número 20".

Ola 5: Domando a la bestia


"Volví de Hawai con otra mentalidad. Mandé a construir tablas grandes y, mientras me dedicaba a correr todo el circuito nacional comencé a buscar olas grandes en Chile. En el campeonato Ceremonial del 2001, desde un avión Alfredo Escobar me tomó una foto corriendo un olón gigante. La imagen dio la vuelta al mundo, apareció en revistas especializadas de Estados Unidos y Europa, y fue la primera vez en que mi nombre figuró en el extranjero y en que Chile comenzó a destacar como sitio de grandes olas.


Así llegó mi primer auspicio de verdad: la primera vez que le pagaban un sueldo a un surfista chileno.


Participando en todos los campeonatos de Chile, me fui consagrando a nivel nacional. Después de aprender a correr en tablas de 9 pies y hacer surf con motos de agua en Hawai, en junio de 2004 hice un proyecto con Red Bull para correr una ola que se formaba en Cavancha, frente al hotel Terrado, que nadie sabía si se podía surfear.


Y resultó. Fue una de las olas más grandes corridas en Chile hasta ese momento. La bautizamos 'La Bestia' y la noticia fue portada de diarios, salió en televisión y en decenas de revistas especializadas en el extranjero. Fue todo un boom para mi carrera: me convertí en figura de la marca Quicksilver y, por fin, comencé a dedicarme exclusivamente a correr olas gigantes".

Ola 6: Fuera del mar


"A fines del 2008 tuve el peor accidente de mi carrera. Cerca de Chanco, en Santos del Mar, fue en una de las olas más grandes del día. Traté de leerla bien, pero no me resultó: La ola se dobló entera y me cayó encima. Mi cuerpo salió disparado, pero el pie de atrás se atascó en la fijación (que usan las tablas para el surf de olas gigantes) y me corté el ligamento cruzado de la rodilla izquierda.


Fue el dolor más fuerte de mi vida, pero de todos modos partí a un campeonato en Hawai. Por suerte se suspendió, porque cuando volví a Chile me hice unos exámenes que mostraron que el ligamento estaba cortado por completo. No existía.


Gracias a un programa para deportistas de elite de la Asociación Chilena de Seguridad, en mayo pasado me operé y permanecí cuatro meses en Santiago. Me injertaron un nuevo ligamento y comencé un plan de recuperación que empezaba a las 7 de la mañana con kinesiología, luego piscina y por la tarde, de 4 a 7, gimnasio. Dos veces por semana tenía nutricionista, sicólogo y, los últimos dos meses, dos sesiones semanales de yoga. Entrené más que nunca y, en vez de los 6 meses programados para la recuperación, estuve sólo cuatro meses y medio fuera del mar".

Ola 7: Como un sueño


"En septiembre pasado volví a surfear en Punta de Lobos, nada más que un par de días, pues el agua era muy fría y partí un par de meses a surfear a México e Indonesia, usando una rodillera. Después de eso me sentía bien. Muy seguro y así fue que partí a la bahía de Waimea al Quiksilver Memorial de Eddie Aikau, el campeonato mundial de surf de olas gigantes más importante. Sólo el hecho de estar invitado era el máximo logro de mi carrera, lo que siempre había soñado. Igual, partí a jugármela. Motivación me sobraba: En uno de los campeonatos más míticos del circuito, correría codo a codo con los 24 mejores surfistas de olas grandes del planeta.


El 8 de diciembre las olas estaban de 10 metros y había 50 mil espectadores en la playa. Corrí bien mis primeras mangas, pero tuve una caída fea en la tercera. En la última manga ya había corrido tres olas de las cuatro permitidas y faltaban 15 minutos para el cierre de la competición.


Entonces me fui al fondo del mar con la esperanza de que apareciera una ola grande. Y apareció. Y era enorme: una barra negra en el horizonte. Todo el público comenzó a gritar en la playa. Sonaban tambores. Junto a mí había una leyenda del surf hawaiano compitiendo, quien se movió y me dejó el espacio justo para lanzarme. Remé como nunca en mi vida para pararme en la tabla y correr la ola por unos 25 segundos, que para mí fue sólo uno.


Cerca de la playa me cayó una tonelada de espuma en la espalda y yo pensé 'hasta aquí no más llegué'. Me costó salir y, cuando llegué a la orilla de la playa, todo el mundo gritaba. Me entrevistaron para la televisión y yo no sabía qué decir. 'Viva Chile mierda', grité. Alucinaba.


Me subí al escenario y me premiaron por correr la ola más grande del día. Yo ya me iba para atrás cuando me tomaron del brazo y me dijeron que me quedara, que estaba entre los mejores 5 del campeonato. No lo podía creer. Era como un sueño. El inicio del sueño de consagrarme como uno de los mejores del circuito mundial de olas grandes".



Por Rodrigo Cea..

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