viernes, 22 de enero de 2010

Pichilemu: entre la aristocracia y el surf

La Nación
Viernes 22 de enero de 2010 País

Por Daniela Escárate /

Fotos

Foto: Pichilemu News.

Pichilemu suele ser sinónimo de surf, no obstante, su inquieto oleaje no siempre acogió a tablistas de todo el mundo. Mucho antes de albergar a sus 12.392 habitantes, según el último censo, los picunches pescaron en sus aguas y recolectaron los frutos de su tierra.

Son pocos los registros históricos que se tienen de la zona hasta la construcción de un muelle, a finales del siglo XIX. Entonces, la familia Ortúzar Cuevas, impulsora del embarcadero, comenzó a construir galpones y casas en la calle que ahora lleva su nombre. Fueron el muelle y la Avenida Ortúzar, las edificaciones que le comenzaron a dar forma a la ciudad.

Durante la Guerra Civil de 1891 las fuerzas de Balmaceda incendiaron el embarcadero, luego de que un buque se llevara a un grupo de personas, que fueron obligadas a enrolarse en el Ejército insurgente del norte. La destrucción buscaba evitar nuevas fugas. Una vez acabado el conflicto, las nuevas autoridades decidieron indemnizar a Ortúzar, construyéndole un nuevo embarcadero. Finalmente éste fue clausurado en 1916, después de ser destruido por causas naturales.

A fines de 1891 Pichilemu obtuvo el título de comuna autónoma. Su primer alcalde fue José María Caro Martínez, padre del cardenal cuyo nombre denomina a la provincia que tiene al balneario como su capital.

Sin embargo, faltaba el aporte de un empresario y senador para convertir al pueblo en un pintoresco balneario. Agustín Ross Edwards, de la emblemática familia que hoy es dueña de un importante conglomerado periodístico, construyó el Parque Ross en 1885, el cual incluía un hotel y un casino. Los aficionados a las apuestas pudieron regodearse sólo hasta 1932, cuando una ley determinó el exclusivo funcionamiento del casino de Viña del Mar.

Como era costumbre, las construcciones que ordenó Ross imitaban el estilo europeo. Esta arquitectura permitió que cien años después el casino Ross fuera declarado Monumento Nacional, en 1988. No obstante, el gran paso en la recuperación de este edificio fue la remodelación que se entregó en enero del año pasado. Con una inversión de más de $660 millones, la centenaria construcción ahora cuenta, luego de su traslado, con la biblioteca pública y la galería de Arte Agustín Ross.

Seis kilómetros al sur de Pichilemu, hoy extranjeros y chilenos dominan las imponentes olas de Punta de Lobos. La popularidad del surf ha sido una de las razones para el resurgimiento de la ciudad, luego de décadas en las cuales ésta se fue deshaciendo de su pasado aristocrático, en parte gracias a la llegada del tren en 1926, lo cual repercutió en una mayor accesibilidad a la zona. A partir de los ‘80, los surfistas comenzaron a llegar paulatinamente.

Actualmente ya han pasado varias décadas sin familias de alta alcurnia veraneando en sus playas, entregadas a las comodidades de las construcciones europeizadas de Ross. Hoy Pichilemu es más bien un balneario popular. Y quizá la única nobleza que permanece aún, son los reyes de las olas que llegan de todo el mundo a practicar el surf.

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